CIEN AÑOS DE “TEORIA Y PRACTICA DE LA HISTORIA”
Hace 100 años, en agosto de 1909, la ya desaparecida Editorial Lotito & Barberis editaba el libro “Teoría y Práctica de la Historia”, opera magna del Dr. Juan Bautista Justo. En esta monumental obra de 498 páginas, que sería reeditada en múltiples ocasiones, el ilustre fundador del socialismo argentino no sólo hacía gala de una fecunda erudición sin parangón en la política argentina de la época, sino que elaboraba teóricamente una propuesta que, partiendo del análisis de las condiciones sociales de la República Argentina que se insertaba por entonces en el sistema capitalista mundial, permitiera la constitución de un movimiento capaz de alcanzar una sociedad democrática y socialista.
En el marco de esta original operación intelectual, sin precedentes en una sociedad joven como la Argentina, Justo explicitará la relación crítica que mantenía –al igual que Jean Jaurés- con la versión esquemática del marxismo que hegemonizaba el movimiento socialista de la Segunda Internacional, de la mano de Kautsky y otros guardianes de la supuesta “pureza ideológica”. Esta natural “heterodoxia” y su aversión a los dogmatismos de cualquier especie, lo llevará a “adaptar críticamente” el legado teórico y político de Marx -que valoraba enormemente-, y otras modernas teorías económicas y científicas a la realidad argentina finisecular, eminentemente irreductible a la europea, rechazando desde un comienzo la supuesta validez de los modelos que muchos por entonces pretendían imitar y dando lugar a un pensamiento socialista caracterizado por su gran originalidad.
Justo comienza “Teoría y Práctica de la Historia” dando cuenta de su enorme confianza depositada en el papel de la ciencia y de la técnica para la realización del socialismo. “La ciencia es la actividad superior que conducirá al socialismo a su plena realización”, dirá en el capítulo “La religión, la ciencia y el arte” (XIV). La influencia del positivismo científico –muy en boga por entonces-, sumada a su siempre presente preocupación por los problemas concretos, estarán muy presentes en toda la obra.
El corazón de esta obra es indudablemente su “concepción económica de la historia”, desarrollada fundamentalmente en los capítulos III y IV, e inspirada claramente en el “Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política” de Marx, que Justo conoce muy bien por haberlo traducido en 1891. Allí sostiene Justo que “los pueblos han hecho siempre su historia, pero más bien puede decirse que la han sufrido, han marchado al acaso, obedeciendo a impulsos ciegos, por un camino lleno de eventualidades y de riesgos”. Pero, “con el conocimiento de las leyes de la historia, pierde ésta su carácter a la vez rutinario y catastrófico, para convertirse en un desarrollo ordenado, en una práctica calculada y metódica”.
Sin embargo, no sucumbió al evolucionismo unilineal y determinismo ciego que primó en gran parte del socialismo de la Segunda Internacional. En este sentido, los capítulos “El Salariado” (VIII) y “Las formas típicas del privilegio” (IX), dan cuenta de que su “concepción económica de la historia” se complementa con una lectura esencialmente ética, desde la cual procura patentizar, denunciar y combatir la explotación capitalista en la Argentina.
Condena moral al capitalismo que se combina además con el llamado a la imprescindible acción política para combatir la explotación que se denunciaba, lo queda plasmado en los capítulos “Gremialismo Proletario” (XI), “La Cooperación Libre” (XII) y “Democracia Obrera” (XIII).
“Para comprender la historia, hay que hacerla” dirá en la introducción del libro. Justo veía así con meridiana claridad la necesidad de fundar en la acción política del proletariado, es decir, en el desarrollo de la organización y de la participación política de las masas, la transformación social “desde abajo” que permitiera la realización del socialismo en la República Argentina.
En momentos en que pareciera retornar el mito estatalista que enfatiza las supuestas transformaciones “desde arriba”, obturando la participación popular, quizás sea conveniente volver a leer al maestro Justo
Por Lucas Doldan - Publicado en La Vanguardia, noviembre de 2009.
En el marco de esta original operación intelectual, sin precedentes en una sociedad joven como la Argentina, Justo explicitará la relación crítica que mantenía –al igual que Jean Jaurés- con la versión esquemática del marxismo que hegemonizaba el movimiento socialista de la Segunda Internacional, de la mano de Kautsky y otros guardianes de la supuesta “pureza ideológica”. Esta natural “heterodoxia” y su aversión a los dogmatismos de cualquier especie, lo llevará a “adaptar críticamente” el legado teórico y político de Marx -que valoraba enormemente-, y otras modernas teorías económicas y científicas a la realidad argentina finisecular, eminentemente irreductible a la europea, rechazando desde un comienzo la supuesta validez de los modelos que muchos por entonces pretendían imitar y dando lugar a un pensamiento socialista caracterizado por su gran originalidad.
Justo comienza “Teoría y Práctica de la Historia” dando cuenta de su enorme confianza depositada en el papel de la ciencia y de la técnica para la realización del socialismo. “La ciencia es la actividad superior que conducirá al socialismo a su plena realización”, dirá en el capítulo “La religión, la ciencia y el arte” (XIV). La influencia del positivismo científico –muy en boga por entonces-, sumada a su siempre presente preocupación por los problemas concretos, estarán muy presentes en toda la obra.
El corazón de esta obra es indudablemente su “concepción económica de la historia”, desarrollada fundamentalmente en los capítulos III y IV, e inspirada claramente en el “Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política” de Marx, que Justo conoce muy bien por haberlo traducido en 1891. Allí sostiene Justo que “los pueblos han hecho siempre su historia, pero más bien puede decirse que la han sufrido, han marchado al acaso, obedeciendo a impulsos ciegos, por un camino lleno de eventualidades y de riesgos”. Pero, “con el conocimiento de las leyes de la historia, pierde ésta su carácter a la vez rutinario y catastrófico, para convertirse en un desarrollo ordenado, en una práctica calculada y metódica”.
Sin embargo, no sucumbió al evolucionismo unilineal y determinismo ciego que primó en gran parte del socialismo de la Segunda Internacional. En este sentido, los capítulos “El Salariado” (VIII) y “Las formas típicas del privilegio” (IX), dan cuenta de que su “concepción económica de la historia” se complementa con una lectura esencialmente ética, desde la cual procura patentizar, denunciar y combatir la explotación capitalista en la Argentina.
Condena moral al capitalismo que se combina además con el llamado a la imprescindible acción política para combatir la explotación que se denunciaba, lo queda plasmado en los capítulos “Gremialismo Proletario” (XI), “La Cooperación Libre” (XII) y “Democracia Obrera” (XIII).
“Para comprender la historia, hay que hacerla” dirá en la introducción del libro. Justo veía así con meridiana claridad la necesidad de fundar en la acción política del proletariado, es decir, en el desarrollo de la organización y de la participación política de las masas, la transformación social “desde abajo” que permitiera la realización del socialismo en la República Argentina.
En momentos en que pareciera retornar el mito estatalista que enfatiza las supuestas transformaciones “desde arriba”, obturando la participación popular, quizás sea conveniente volver a leer al maestro Justo
Por Lucas Doldan - Publicado en La Vanguardia, noviembre de 2009.