En los últimos 50 años, las teorías de Marx han quedado sepultadas bajo la pesada lápida de la historia. El totalitarismo stalinista y la estrepitosa caída del “socialismo real” que siguió al colapso de la Unión Soviética, lo que llevó incluso a un teórico neoconservador a proclamar el fin de la historia y el triunfo definitivo de la democracia liberal, pareció condenar a Marx al ostracismo y la oscuridad de pequeños claustros académicos.
Ante la crisis financiera internacional que vive el mundo hoy, el pensamiento del filósofo de Tréveris sale de las profundidades de la historia y vuelve al centro de la escena liberado de las ataduras del “marxismo-leninismo” y de las vejaciones de la historia. Marx no ha muerto, y así lo demuestra el renovado interés que se ha despertado en diversos ámbitos por El Capital –pero no sólo por él- como referencia para analizar el momento crítico del capitalismo actual.
Pero el Marx que regresa es el que alguna vez le dijo a Engels “lo único que sé es que no soy marxista”, un Marx sin “ismos”. Es decir, las teorías de Marx no ya como programa político de la izquierda, ni como análisis dogmático y determinista de la situación actual, sino como una hoja de ruta para entender y analizar críticamente la naturaleza y el desarrollo del sistema capitalista.
En El Capital Marx explica las características fundamentales del modo de producción capitalista como sistema de explotación y alienación. Y observa como en ciertos momentos históricos el sistema capitalista, en su búsqueda constante de producir cada vez más y expandirse en el mundo con el objetivo de maximizar el beneficio, entra en contradicción con las necesidades de la sociedad y con su capacidad de absorción de lo producido, y entonces se abre una de las crisis intrínsecas al capitalismo. En palabras del propio Marx: “en un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando este cesa repentinamente (…) tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero (…) Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón”.
Este y otros pasajes de gran actualidad, nos hablan a las claras de la conveniencia de recuperar el legado teórico de Marx como herramienta para profundizar la crítica del capitalismo real. Como él mismo escribió, el mundo no puede ser cambiado sin antes ser entendido.
Ya a fines del siglo XIX el maestro Juan B. Justo, nuestro ilustre fundador, comprendió la importancia de la obra de Marx, emprendiendo así la monumental tarea de traducir por primera vez al español el primer libro de El Capital. Dicha obra, que vería la luz en 1896 con la edición de la imprenta Cao & Val en España, será durante décadas un punto de referencia ineludible para toda una generación de socialistas hispanoparlantes.
Justo mantendrá sin embargo una relación eminentemente crítica con muchos de los aspectos centrales de la teoría marxista, avocándose desde entonces, como él mismo lo señala en la nota del traductor a la 2º edición en español de El Capital en 1918 (primera en la Argentina), a la tarea de “interpretar, rectificar o ampliar” la teoría de Marx. Justo comprendió así desde un principio lo que siempre se negó a ver la ortodoxia: que el pensamiento de Marx jamás constituyó el “sistema cerrado” que sus epígonos hicieron aparecer con una identidad y unidad inexistentes
Como señalara el recordado José “Pancho” Aricó, la experiencia justista “representa la primera tentativa, teóricamente elaborada, de utilizar la doctrina de Marx para formular una propuesta que basada en el análisis de las condiciones sociales de su país permitiera la constitución de un movimiento capaz de alcanzar el objetivo final de una sociedad democrática y socialista”.
Es con este espíritu crítico con el que debemos volver a Marx. El capitalismo indudablemente se ha transformado, ya no es el que describe Marx en 1867. Sin embargo, en momentos en que la crisis ha desnudado la incapacidad de las políticas de libre mercado para garantizar el bienestar de la sociedad, muchas de sus ideas siguen teniendo vigencia en la lucha del socialismo por una sociedad en la que el “libre desenvolvimiento de cada uno sea la condición del libre desenvolvimiento de todos”.
En definitiva, como dijera alguna vez Mario Benedetti, “no hay Marx que por bien no venga”.
Ante la crisis financiera internacional que vive el mundo hoy, el pensamiento del filósofo de Tréveris sale de las profundidades de la historia y vuelve al centro de la escena liberado de las ataduras del “marxismo-leninismo” y de las vejaciones de la historia. Marx no ha muerto, y así lo demuestra el renovado interés que se ha despertado en diversos ámbitos por El Capital –pero no sólo por él- como referencia para analizar el momento crítico del capitalismo actual.
Pero el Marx que regresa es el que alguna vez le dijo a Engels “lo único que sé es que no soy marxista”, un Marx sin “ismos”. Es decir, las teorías de Marx no ya como programa político de la izquierda, ni como análisis dogmático y determinista de la situación actual, sino como una hoja de ruta para entender y analizar críticamente la naturaleza y el desarrollo del sistema capitalista.
En El Capital Marx explica las características fundamentales del modo de producción capitalista como sistema de explotación y alienación. Y observa como en ciertos momentos históricos el sistema capitalista, en su búsqueda constante de producir cada vez más y expandirse en el mundo con el objetivo de maximizar el beneficio, entra en contradicción con las necesidades de la sociedad y con su capacidad de absorción de lo producido, y entonces se abre una de las crisis intrínsecas al capitalismo. En palabras del propio Marx: “en un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando este cesa repentinamente (…) tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero (…) Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón”.
Este y otros pasajes de gran actualidad, nos hablan a las claras de la conveniencia de recuperar el legado teórico de Marx como herramienta para profundizar la crítica del capitalismo real. Como él mismo escribió, el mundo no puede ser cambiado sin antes ser entendido.
Ya a fines del siglo XIX el maestro Juan B. Justo, nuestro ilustre fundador, comprendió la importancia de la obra de Marx, emprendiendo así la monumental tarea de traducir por primera vez al español el primer libro de El Capital. Dicha obra, que vería la luz en 1896 con la edición de la imprenta Cao & Val en España, será durante décadas un punto de referencia ineludible para toda una generación de socialistas hispanoparlantes.
Justo mantendrá sin embargo una relación eminentemente crítica con muchos de los aspectos centrales de la teoría marxista, avocándose desde entonces, como él mismo lo señala en la nota del traductor a la 2º edición en español de El Capital en 1918 (primera en la Argentina), a la tarea de “interpretar, rectificar o ampliar” la teoría de Marx. Justo comprendió así desde un principio lo que siempre se negó a ver la ortodoxia: que el pensamiento de Marx jamás constituyó el “sistema cerrado” que sus epígonos hicieron aparecer con una identidad y unidad inexistentes
Como señalara el recordado José “Pancho” Aricó, la experiencia justista “representa la primera tentativa, teóricamente elaborada, de utilizar la doctrina de Marx para formular una propuesta que basada en el análisis de las condiciones sociales de su país permitiera la constitución de un movimiento capaz de alcanzar el objetivo final de una sociedad democrática y socialista”.
Es con este espíritu crítico con el que debemos volver a Marx. El capitalismo indudablemente se ha transformado, ya no es el que describe Marx en 1867. Sin embargo, en momentos en que la crisis ha desnudado la incapacidad de las políticas de libre mercado para garantizar el bienestar de la sociedad, muchas de sus ideas siguen teniendo vigencia en la lucha del socialismo por una sociedad en la que el “libre desenvolvimiento de cada uno sea la condición del libre desenvolvimiento de todos”.
En definitiva, como dijera alguna vez Mario Benedetti, “no hay Marx que por bien no venga”.
2 comentarios:
Me gusta el poder leer en este post q sin apasionamientos y retorica deja muy en claro la actualidad e incluso necesidad de la re interpretación de Marx, del cual creo q se debe de leer y aprender.
Saludos
También cabe recordar que Juan B. Justo hizo de su trabajo sobre "La Moneda" algo así como un alegato monetarista primigenio también, olvidando la cuestión la importancia de la agregación de valor a lo producido.
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